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El nuevo ‘home office’ se carga en mochila 

Empleados a distancia aprovechan para recorrer las playas de México antes de regresar a la oficina. 

Mientras esperan el regreso a sus labores presenciales, varios empleados mexicanos han resignificado el trabajo a distancia, para poder viajar y recorrer el país con mochila, bajo las medidas de cuidado posibles.

Tras varios meses de labores desde casa, Itzel Padilla, profesora y tutora de 29 años, originaria de la Ciudad de México, un día decidió romper la rutina y aventurarse en medio de la pandemia.

“Al principio me daba miedo salir. Cuando empezaron a tomarse más medidas de higiene y seguridad, ahí digo, ‘sé que no ha desaparecido esto, pero hay manera de evitar que nos contagiemos’. Fue cuando primero me mudé de ciudad, yendo de la Ciudad de México a Puebla y, aprovechando que trabajaba a distancia, ahí empiezo a buscar sitios”, dijo.

Con la llegada de la pandemia a causa de COVID-19, se ha dado cambio drástico en la forma de trabajo en México, y en todo el mundo.

El “home office”, o trabajo desde casa, se ha implementado en varias empresas que han optado por detener los labores presenciales en las oficinas.

Itzel Padilla tomó su mochila, una laptop, cubrebocas, gel y, las llaves de su auto y se mudó a otro estado, con la finalidad de conocer algunos sitios abiertos al público. (Itzel Padilla/Zenger)

Así, tras monitorear el índice de casos en Puebla, y ver que en ese momento había bajado, Padilla tomó su mochila, una “laptop”, cubrebocas, gel y las llaves de su auto y se mudó a otro estado, con la finalidad de conocer, en su tiempo libre, algunos Pueblos Mágicos y sitios que se encontraban abiertos al público. Atlixco, el centro de Puebla, Cholula, así como algunos sitios de Tlaxcala y Querétaro formaron parte de su itinerario de viaje.

Al igual que Padilla, varias personas se han aventurado no solamente a salir de la rutina del trabajo, sino a llevar esta situación más allá de lo común. Verónica González, una ingeniera peruana y estudiante de maestría, decidió deshacerse de todas sus pertenencias que tenía en un departamento en Lima para viajar a México y realizar una corta estancia, sin saber lo que se encontraría.

“Mi idea originalmente era solo cambiarme de departamento. Dije, ‘si estoy haciendo todo mi trabajo a distancia, me puedo ir más lejos’. Así que le hablé a mi amiga en México y le dije, ‘¿Me podrías alojar en tu casa?’. Vendí las cosas, compré mi pasaje y, sin pensarlo mucho, ese fue el inicio de mi aventura”, dijo.

Bacalar, Quintana Roo es un lugar con bellos paisajes, donde es posible reflexionar sobre la vida. (Verónica González/Zenger)

A su llegada al país azteca, González, de 40 años, quedó sorprendida del cambio cultural entre ambos países. Además, el trato que recibió de los mexicanos la hizo sentir como en casa. No obstante, fue en Bacalar, Quintana Roo, donde quedó maravillada de los lugares y paisajes, los cuales contemplaba en cuanto terminaba de trabajar o estudiar.

“Esa imagen de la preciosidad del lago, con el sol saliendo, los ruidos de los pajaritos, no puedo explicar la sensación que tengo en mi mente y corazón, porque dije: ‘¡Guau, definitivamente hice lo correcto!’”, dijo González.

El ritmo más relajado que se vive en otros estados del país, aunado a los atractivos naturales y turísticos que poseen, ha llevado a varios habitantes de la ciudad a tomar incluso decisiones drásticas y replantearse un poco respecto a su vida.

“En la ciudad vives de prisa todo el mundo, y aunque en lo personal no tengas prisa, sales corriendo con los otros, tienes que ir al ritmo”, dijo María Mata, de 34 años, quien el año pasado dejó su trabajo de servicio al cliente y administrativo en un restaurante de la Ciudad de México en busca de oportunidades en Oaxaca y Campeche.

Hacer “home office” desde otro punto del país ha permitido a algunas personas a conocer lugares que ni siquiera sabían que existían. (María Mata/Zenger)

“Mientras mi vida laboral se iba resolviendo, conocí muchísimos lugares, playas, reservas, aparte de mucha gente. Me di la oportunidad de probarme en otras cosas en donde no sabía que era buena y es algo que me ha nutrido conocer lugares y personas”, dijo Mata.

Este tipo de historias podrían empujar a otras personas a tomarse un respiro de la rutina laboral desde casa. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas, pues los contagios siguen a la orden del día y, pese a estar en el home office desde otro punto del país, las personas enfrentan aún la posibilidad de contagiarse de COVID-19.

Así le pasó a Padilla en febrero de 2021, pese a que tomó varias medidas preventivas.

“Desde mi experiencia, en efecto no fue nada divertido. Me la pasé sola enferma y no fue nada placentero. Hasta el momento sigo lidiando con algunas secuelas ligeras y no me espanta. Sé que esta situación es de esta manera. Sé que me puedo contagiar y sé se puede deteriorar más mi cuerpo, pero sé que si tenemos la oportunidad de hacer lo que te gusta, bajo medidas controladas y responsabilidad de nuestra parte, no debería haber miedo”, dijo.

A bordo del avión, pasajeros tratan de protegerse durante la pandemia. (Itzel Padilla/Zenger)

La alerta de un posible contagio es un tema serio para Marisol Molina, investigadora clínica de 30 años, quien ya tiene en la maleta gel antibacterial, desinfectante en aerosol, careta y 50 cubrebocas. Busca emprender en soledad un viaje “necesario” por un mes, al partir de la Ciudad de México a varias partes de Guerrero, incluyendo Acapulco y Taxco, y después el estado de Querétaro. Todo está derivado de la reciente muerte de su padre a causa de COVID-19, aunado al ritmo de trabajo que ella ha llevado desde que la ola de infecciones comenzó.

“La pandemia ha marcado un antes y un después. Mi papá falleció en febrero, y ha sido un impacto que me ha afectado emocional y físicamente. Estoy segura [de] que este viaje me ayudará a pensar y ver de manera positiva la vida y también para hacer las pases y reencontrarme con mi padre”, dijo Molina, quien ya se ha registrado para ser vacunada en Guerrero.

La playa es uno de los destinos preferidos por los viajeros. (Itzel Padilla/Zenger)

Más allá de contemplar un paisaje o visitar un pueblo mágico, Molina está lista para emprender el que quizá sea el viaje de su vida, un viaje interno que la invita a descubrirse y del cual uno vuelve más fortalecido.

“El miedo paraliza y no te deja hacer nada, pero cuando superas ese miedo y lo ves desde el otro lado, notas con otra perspectiva a lo que tenías miedo. Ya no tengo ese miedo de perdida de muerte como antes lo tenía; lo acepto un poco más y estoy un poco más conmigo misma y las personas que amo”, dijo González, tras reflexionar sobre los aprendizajes de su viaje.

Por su parte, Mata reflexiona sobre sus experiencias fuera de su hogar.

“Nutre mucho salir de tu zona de confort, probarte, medir tus límites, terminar con tus miedos e ir forjando una base en tu propia raíz para tus crecimientos personales. Es lo básico que tienes que hacer que nadie te dice cuando estás chiquito”, dijo.

Padilla ha llegado a conclusiones similares. “En este momento puede verse como que muy corta la vida, y creo que podríamos reflexionar un poco lo que hacemos para con nuestro mundo, con lo demás y para con nosotros mismos”, dijo.

Editado por Melanie Slone y LuzMarina Rojas-Carhuas

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