Los boleros ofrecen un servicio que nunca pasa de moda
El zócalo de Veracruz, México, así como el malecón, han sido testigos de la labor que don Margarito Núñez ejerce desde hace más de 20 años, con el oficio de bolero.
En esta actividad, Núñez ha sacado adelante a sus tres hijos.
“Aquí, si trabajamos, ganamos; si no trabajamos, bailamos [no obtienen recursos], pero ahorita en lo que cabe, ahí va calmada la situación. Para las tortillas sale”, dijo el mexicano de 68 años.
Los boleros de zapatos tienen muchas historias que contar. Ubicados en las calles de las ciudades, conocen a mucha gente y son testigos de todos los cambios urbanos al paso de los años.
Quienes practican este oficio se enfrentan a la competencia en tiendas departamentales. Hoy, la pandemia les ha pegado duro también.

El espíritu de lucha y la negativa a dejarse derrotar los caracterizan.
Tras perder su empleo en una fábrica, Núñez comenzó su trabajo de bolero, donde ofrece su servicio a mujeres y hombres, labor que le ha dado para vivir por más de dos décadas.
“El secreto de una buena boleada es dejar el zapato bien hecho, bien brilloso, para que no haya problema. Yo busco siempre hacer el trabajo bien. Por eso, yo creo, tengo muchos clientes que ya me conocen”, dijo Núñez.
Desde muy temprano recorre calles del centro histórico de Veracruz en busca de clientes; sin embargo, con la pandemia, los días no han sido tan buenos para su economía.
“Por lo de la pandemia, mucho tiempo estuve encerrado, casi dos meses encerrado, sin hacer nada, desesperado, angustiado, sin poder trabajar”, dijo.
“Ahorita me siento más tranquilo porque, aunque sigue la pandemia, veo más gente. Antes miraba las calles y estaba solo; venía a trabajar y nos corría la policía”.

Grasa, cepillo, brochas y tela son los utensilios para ejercer esta actividad y dejar el calzado reluciente a grandes personalidades que suelen visitar los cafés turísticos. Pero se da servicio a todos.
“Yo creo que los boleros como Margarito no van a desaparecer porque es un oficio que, si bien no se ve, cuando se necesita y no se encuentra, entra uno en desesperación, principalmente porque uno se hace cliente de ellos”, dijo Javier Dorantes, empleado del Ayuntamiento de Veracruz.
Aunque es su principal pasión, Núñez reconoce que el bolero es un oficio que va en decadencia, ya que en un buen día tiene de 5 a 8 clientes, sin contar los días con inclemencias climáticas y la pandemia.
“Estaré aquí hasta que Dios preste vida, porque ahorita con lo que está viviendo el mundo, nadie la tiene segura. Vendré y bolearé hasta que Dios me lo permita, siempre con salud. Cuando yo no me pueda valer por mi mismo, ese día lo dejaré de hacer”, dijo.
(Editado por Melanie Slone y LuzMarina Rojas-Carhuas)